Que podría decir
de mi experiencia en Buenos Aires, bff... serían más cosas buenas que malas.
Parecía que al principio el viaje tendría que salir mal, ya que sólo llegar
tuvimos un problema con el alojamiento. Pero eso fue sólo un obstáculo que nos
sirvió para espabilarnos solas dentro de otro país como es la gigante
Argentina.
Una vez lo
solucionamos, el viaje empezó a salir redondo. Fuimos al Rosario dónde
conocimos a una gente excelente que nos acompañaron más durante nuestro pasaje
por Buenos Aires, haciéndonos de guías para asegurarse que conociéramos todo lo
que podíamos de la cultura argentina, llevándonos a todos los sitios y
preocupándonos de nosotras.
Cuando llegó el
primer día de prácticas, los nervios se sentían en la tripa. Solo entrar en un
grandioso Hospital como es el Hospital de Clínicas José de San Martín te quedabas
sorprendida de lo diferente que era a los de aquí. Veías unos largos y anchos
pasillos llenos de gente, gente que iba de uniforme a todos lados, gente
estudiante como tú, y que no se estaba
quieta. Yo pensé: ¿dónde me he puesto?, ¡me voy a perder!
Primero nos llevaron
directamente a la cocina, allí conocimos a nuestras compañeras. La verdad es
que me quedé asombrada de cuántas dietistas-nutricionistas había en un mismo hospital.
La primera semana
sirvió para integrarnos dentro, a diferencia de los hospitales de aquí, es un
hospital un poco viejo, los pasillos, las instalaciones. Además, no hay nada
informatizado, es decir, todo lo hacen a mano y nos sirvió para familiarizarnos
con las plantillas. La verdad me sentí rara de volver a utilizar más el lápiz y
el papel.
Durante la
prácticas roté por diferentes lugares: nutrición enteral y parenteral,
pediatría y maternidad, clínica y cirugía. La que más me gustó fue pediatría, porqué cada
día hacías cosas distintas, pasabas por las habitaciones y estabas con las
madres y niños y además hacías consultorio de pediatría o de maternidad, según
el día de la semana. En cambio, en las otras hacías lo mismo cada día, mirar
las indicaciones de los médicos y tú en función de eso ibas modificando y
cambiando las planillas de las comidas.
Pienso y también nos
comentaron, nuestras compañeras, que un mes y medio de prácticas es muy poco
tiempo, porque cuando ya estás adaptada te tienes que ir.
En el ámbito de la
alimentación me costó aprenderme el nombre de los grupos de verduras, ya que le
cambiaban el nombre en algunas de ellas, como: zapallo = calabaza, zapallitos
(no hay aquí en España), chaucha = judías verdes, choclos= maíz. Pero lo que me
costó más pronunciar fue la palabra durazno (melocotón).
Una cosa que me hizo
mucha gracia y que hacían todas las personas profesionales del hospital era
que, cuando habías de utilizar el ascensor la encargada se acercaba a la puerta
y gritaba por el agujero el piso en que estabas, luego sentías como el
ascensorista tocaba el timbre conforme que te había sentido y te venía a
buscar. Era raro que el trabajo de una persona fuese estar dentro de un ascensor
subiendo y bajando a la gente. Eso pasaba, porque la gente hacía mala utilidad
de ellos y, además, el hospital tenía 12 plantas y 3 subsuelos, y los
profesionales, como las nutricionistas, tenían que desplazarse en distintas
plantas, por ejemplo pasar de la cocina que estaba en el piso -2, a la planta
11, dónde había el departamento de alimentación.
En fin, me alegro
de haber tenido esta experiencia y de haber ido tan lejos para conocer como es
nuestra profesión en otro país, un país dónde la nutrición es muy importante.
Dónde la carrera está muy bien considerada, hace más tiempo que existe y hay
más lugares de trabajo, que en España. Aunque los recursos no sean los mismos
que aquí, es impresionante la capacidad que tienen de hacer las mismas cosas.
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